lunes, 12 de julio de 2010

Milagros cotidianos.

Yo, mi, me, conmigo y luego, yo otra vez.
¿Qué pasa con el tú, él, ella, ellos...?
Pasa que los olvidamos.
Olvidamos ver más allá de la perspectiva que alcanza a ofrecernos nuestra mirada, más allá de nuestro ombligo, vamos.
Y con cada "yo", "es que a mi...", siempre hay un él y un ella, importantes, muy importantes.
Pluralizar la perspectiva.
Relativizar la importancia.
Aprender a querer lo que haces más que a hacer (siempre) lo que quieres.
Justo ahí está el secreto.
En, como dijo Einstein, vivir como si todo fuese un milagro, en lugar de como si nada lo fuese.

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