jueves, 24 de junio de 2010

En las alturas.

Jugar en las alturas es increíble pero también arriesgado y los que jugamos o hemos jugado alguna vez allí lo sabemos. En las alturas todo es más intenso, la alegría es ALEGRÍA, las emociones son tales que pueden salir disparadas del pecho en cualquier momento. Desde las alturas se ve todo como no se puede ver desde ningún otro lugar, es más, desde tan arriba no ves el horizonte y andar hasta el fin del mundo (para comprobar que es cierto que no existe el horizonte, que los límites están donde los ponemos nosotros), es uno de tus planes más inmediatos. En las alturas tu perspectiva puede llegar a girar 180º y dejarte completamente del revés. Es más, allí manda él, ella no tiene ni voz ni voto. Si el corazón dice a volar, con o sin alas, volarás, por mucho que la cabeza intente recordarte que no sabemos volar (aún). Sabes que estás en las alturas cuando tu prioridad (en singular) tiene nombre y apellidos, lo que no significa que sea tu única prioridad, ni mucho menos, pero ni en lo más alto los días pueden tener más de 24 horas. Allí arriba todo es tan maravilloso como peligroso. El miedo a caer siempre está, lo que pasa es que si tienes que caer, caerás igual, hayas tenido miedo o no, así que quizás valga la pena olvidar el miedo y aprender a disfrutar de estar a tantos kilómetros sobre el suelo, por que aún después de caer ¿quién te quita lo bailado allí arriba? (nadie!).

A pesar de todo, yo creo que entre las alturas y el suelo, hay otro nivel, otro nivel donde tampoco se ve el horizonte, donde la alegría es ALEGRÍA, donde los latidos marcan el ritmo de los pasos y donde una mirada vale más que mil palabras.

2 comentarios:

  1. Felicidades sensible equilibrista por este y todos los demás escritos.
    Especialmente éste me ha gustado muchísimo.
    Tienes un gran corazón.

    Cuida bien tu cabezita para que no deje de ser así de increible.
    Como diria un anónimo, no dejes de escribir :)

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  2. Muchas gracias, de verdad :)


    PD. El otro día me regalaron un caracol de mar, chiquitín, lo tengo guradadito, se viene conmigo a Barcelona.

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